Está tumbado bajo la sombrilla de la piscina.
El hielo del Daiquiri se derrite por el sol.
Sus labios se acercan el vaso de cristal
cuando el grito desvanece el paraíso soñado:
—¡Queda detenido!
Corre, a pesar de eso,
no puede evitar que la bala
le atraviese la espalda
y lo tumba bajo la sombrilla de la piscina.